Posted by : El Anti-Atheus
domingo, 19 de febrero de 2017

De hecho los pueblos antiguos no tenían el telescopio Hubble, pero eran capaces de ver el cielo nocturno en el arsenal completo, algo que casi ninguna persona moderna puede reclamar. En promedio, los pueblos antiguos vivieron mucho más cerca de la naturaleza y de las realidades de la vida y la muerte que muchos de nosotros los modernos.
En términos de una relación viva con estas cosas los antiguos eran mucho más avanzados que nosotros hoy en día, y esta relación es esencialmente la naturaleza de la investigación religiosa. Si la gente carece de la especulación religiosa hoy en día, tal vez es porque pasan más tiempo con sus iPhones y Macs que con la naturaleza misma y su imponente designio.
Pero la afirmación de que el cristianismo era viable en el mundo antiguo ya que fue aprobado por amplia difusión ignorancia es -irónicamente- una idea profundamente ignorante. El cristianismo surgió en una de las civilizaciones más avanzadas de la historia humana. El Imperio Romano no era conocida por su estupidez. Fue el epicentro de la innovación y los gigantes filosóficos. De hecho casi todas las innovaciones de la historia humana se desarrollaron en pleno apogeo y difusión del cristianismo. Apostaría que si una persona común de hoy en día se sentara en un debate filosófico con una persona común de Alejandría del primer siglo, el posmoderno sería completamente humillado en la primera ronda.
Muchos ateos dicen que nuestros antepasados, que daban por supuesto lo sobrenatural y estaban ansiosos de milagros, atribuían carácter milagroso a sucesos que no lo eran realmente. Así, por ejemplo la lluvia o el trueno no eran vistos como fenómenos naturales sino como milagros de los dioses. Cierto. Pero de igual modo en la actualidad -apunta el autor C.S. Lewis– hay predisposición a excluir lo sobrenatural, a considerar que los milagros simplemente no pueden suceder.
Muchos ateos exigen ver para creer. Pero ver no significa necesariamente creer. De hecho, aunque seas testigo de primera mano de un milagro, siempre podrás negarlo diciendo que no ha ocurrido realmente, que ha sido una alucinación o un sueño. O buscar mil explicaciones alternativas, aunque sean disparatadas o risibles. Así, cuando se asiste a una curación literalmente milagrosa se descarta al Señor y se busca cualquier otra interpretación, aunque ésta sea de chiste. Se llama prejuicio.
Muchos ateos afirman que nuestros antepasados creían en los milagros por la ignorancia. Pero como apunta C.S.Lewis, San José sabía bastante biología como para tener claro que una mujer no puede quedarse embarazada sola, por eso repudia a la Virgen María en primera instancia. Y los apóstoles sabían bastante física como para asustarse al ver a Jesús caminar por encima de las aguas. Sin embargo creyeron, no por ignorancia, sino por ser testigos de un milagro del Dios vivo.
Muchos ateos se cierran en banda a lo sobrenatural. “El hombre moderno siente una aversión casi estética por los milagros. Aun admitiendo que Dios pudiera hacerlos, duda que quisiera. […] En segundo lugar, mucha gente confunde las leyes de la naturaleza con las leyes del pensamiento y cree que anularlas o suspenderlas sería una contradicción en los términos, como si la resurrección de entre los muertos fuera del mismo género que dos y dos son cuatro” -concluye C.S. Lewis-.